Cuando pensamos en la sal, inmediatamente nos imaginamos algo rico que condimenta y le da un sabor extra a nuestros alimentos. Por algo la sal ha estado en las comidas de nuestros antepasados durante siglos.
Aunque tiene muchos usos, la sal es empleada principalmente para nuestra alimentación y en la conservación de dichos alimentos. Algo primordial, ahora y siempre.
La sal, ya sea de mesa o de mar, si está en sus cantidades adecuadas, nos ayuda a mantener el equilibrio de los líquidos en nuestro organismo, a regular el ritmo cardíaco, a facilitar el proceso de digestión y a que los niveles ácidos del cuerpo estén en sus proporciones correctas.
Sin embargo, para que lo anterior suceda, es importante que los factores que componen nuestra sal brinden la calidad perfecta para su consumo. En este caso nos referiremos a la sal de mar.
Factor 1: sus componentes
Entre los componentes de la sal marina se encuentran minerales como el sodio y el yodo.
Volvemos a repetir, que en sus cantidades precisas, es de gran relevancia para la salud de las personas, y en este caso, la de los niños.
Si seguimos nombrando algunos, encontramos al calcio, hierro, fósforo y magnesio, que favorecen al sistema nervioso, óseo, entre otros beneficios.
Una buena sal de mar contiene altos niveles de potasio, magnesio y dos minerales imprescindibles para el buen funcionamiento del aparato muscular, beneficios que los deportistas valoran cada día en su alimentación.
Factor 2: forma y composición
El concepto de sal de mar de calidad, se comprende como un producto cristalino que consiste mayoritariamente en cloruro de sodio.
La sal deberá presentarse en forma de cristales blancos y su granulación debe ser siempre uniforme. Además, ha de considerarse características organolépticas y su aspecto debe ser blanco, donde se observan su pureza y granulometría.
Su composición varía dependiendo de la ubicación geográfica. Por ejemplo, la sal del océano Atlántico es más rica en sales de magnesio y en partículas de flora marina (entre ellas el plancton y las algas microscópicas), que aquella que proviene del mar Mediterráneo.
Si bien, como mencionamos, su aspecto es blanco, existen excepciones como la sal negra, que debe su color por tener trazas de carbón, así como también la sal rosada del Himalaya que, debido a su origen y a diferentes minerales que contiene, toma su color rosado.
Factor 3: libre de contaminantes
Por razones obvias, la sal no debe contener contaminantes en cantidades y formas que resulten dañinas para la salud. A modo de ejemplo, no debe contar con más de 0,5 mg/kg de Arsénico; más de 2 mg/kg de Plomo; más de 2 mg/kg de Cobre, etc. El contenido de NaCl no debe ser inferior al 97 % de la materia seca, con exclusión de los aditivos.
En fin, son muchos los elementos involucrados en el proceso de limpieza para el consumo de la sal de mar, por eso el cuidado debe ser tan riguroso.
Factor 4: cristalización
Este factor es muy importante en cuanto a calidad se refiere. El objetivo primordial es obtener cristales de una forma determinada, y esto es para que el producto final sea de fácil manipulación. Hay algunos que son más redondeados y otros que pasan de cúbicos a octaédricos, ya que forman puentes entre los distintos cristales debido a su higroscopicidad, que es la propiedad de algunos cuerpos de absorber la humedad y cambiar sus formas.
Son muchos más los factores que intervienen en la calidad de un producto tan consumido como la sal, desde la dedicación y el profesionalismo de quienes manipulan la producción, hasta el envasado y su distribución, pero en este artículo nos hemos centrado en 4 factores no tan conocidos de este exquisito condimento.
El mar nos regala múltiples alimentos y bondades de distinta naturaleza y la sal marina es uno de ellos, claro, siempre y cuando tengan un riguroso sistema de proceso.
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